Maledicencias

No obedezcas a los que niegan la verdad. Querrían que te mostraras transigente y así también ellos lo harían. Pero no obedezcas a ningún vil jurador, difamador que extiende la maledicencia…. (68:8-11)

  Ninguna exhortación ha sido tan fuerte para mí como la que, en una ocasión, vino por parte de una persona que no era creyente y con la que convivía yo a diario.
– “Hablas de valores y te quedas sin ellos” – me dijo. Yo me quedé frío. Fue como una bofetada sobre mi avergonzado rostro.
  Por lo regular los creyentes buscamos debatir y defendernos. Pero déjenme decirles que esa ocasión no lo hice. Guardé silencio y pasé días reflexionando si lo que me dijo era de preocuparse o no. Sus palabras habían herido mi alma pues esos antivalores por los cuales ahora era juzgado, los compartía con ella. Yo me preguntaba ¿cuántas veces dije o hice cosas incorrectas delante de esta sin saber lo que pensaba de mi testimonio? Hablaba yo de Dios, de la transformación que vive el individuo después de su confesión de fe y al mismo tiempo existían rezagos en vida que no me diferenciaban de un impío.
  Esto es precisamente lo que pasa cuando no hemos tomado en serio nuestro compromiso con Dios. ¡Que grabe es esto! Decimos cosas a la ligera, usamos un lenguaje vulgar y cometemos acciones reprobables. Ellos parecen conformes con nuestra actitud y hasta actúan en complicidad como aprobando y disfrutando nuestro mal comportamiento.  Lo que en verdad piensan de nosotros es que el calificativo que nos merecemos es el de la hipocresía. Lo que nosotros hacemos con ellos, es extraviarlos de la verdad.
   Después de una semana concluí –Tiene razón; esta persona no es la más perfecta pero al menos no ostenta predicar al Dios verdadero como lo hago yo
   Por más palabras que digamos y por más debates que ganemos contra los que no comparten nuestra fe, nuestro testimonio habla más que nuestras palabras.
  El asunto no para ahí. Dios nos ha puesto como lumbreras de este mundo, como sal de la tierra para que los que no creen vean en nosotros nuestras buenas obras y se arrepientan.
  A Jesús (que la paz y las bendiciones sean para él), se le atribuye esta grande sentencia: “El que hiciera tropezar a uno de estos mis pequeños, mejor fuera que se amarrara una piedra de molino y se arrojara al mar”.
  Allah tiene a sus escogidos y eso lo aprendemos en el Noble Corán. Si llegamos a Él, ha sido por su voluntad y si este llamado se los hace a ellos a través de nosotros; difíciles explicaciones vamos a tener que dar.
  En la Sura (24:54) Allah nos dice que pedirá cuentas a su mensajero (que la paz y las bendiciones sean para él),  pero hay una responsabilidad donde se nos incluye y de la cual también se tendrá que hablar.
  “El Profeta (saw) no insultaba a nadie, tampoco era grosero ni maldecía...(Bujari, 5684).
  Su gente lo conocía como “Al-Amin”; es decir “El Confiable” y “As-Sadiq”; “El Sincero”. Tenía buenos modales, la gente lo amaba y reverenciaba.
  Allah dijo de Él“Ciertamente eres de una naturaleza y moral grandiosas” (68:4)
  Es cierto que los creyentes sinceros estarán en deleite. Y los farsantes estarán en el infierno… (83:13-14)




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